Sobre lo escrito


Quiero ante todo aclarar una cosa. Soy joven e inexperto, ese es un término que les pido acepten al leerme. Aún así una cosa sí les digo: lo que aquí escribo no tiene porqué ser autobiográfico. Por supuesto sería un necio si pretendiera negar que todo es ficción. Pero déjenme que les diga que aquí hay mucha más ficción de lo que parece. Muchísima más, a veces, me atrevería a decir ficción y experiencia forman un tejido que es totalmente ajeno a mi vida. Con todo esto y aquello lo que vengo a decir es que ninguno de mis conocidos debe sentirse aludido. Con todo esto también quiero decir que ni por asomo soy una persona tan triste, oscura y a veces retorcida como podría parecer en estos relatos. Quiero decir, como persona entera, evidentemente los relatos salen de alguna parte del interior de uno.

Otra cosa que me gustaría aclarar es que este sitio, Alter Ego, es por encima de todo tres cosas: un ejercicio de estilo, un pozo dónde volcar una creatividad, y una antesala a lo que un día me gustaría que fuera un conjunto o varios conjuntos. Con todo quiero decir que no quiero que me tomen muy en serio.

Por supuesto, el objeto final de colgar lo que escribo en internet es poderlo compartirlo con ustedes y poder ver que la forma en que uno las palabras tiene más o menos algún sentido y de que es en contadas ocasiones incluso placentero de leer. Eso me gustaría pensar.

En cuanto a los PODCASTs, aunque siempre me sentí atraido por ellos, no fue hasta que varios amigos “se quejaron” que a veces no entendían muy bien lo que escribía y me comentaron que quizá lograrían comprenderlo mejor si yo las leía. Lo pensé y ví que quizá el ejercicio de hacer podcast incluso me divertiría, y así es. Para utilizarlos suelo utilizar el programa de Apple, Garage Band. Los almaceno en la página de almacenamiento gratuito http://www.archive.org/.

Finalmente, quiero dejar algo patente. Al haber definido en parte este sitio como un ejercicio de estilo, y teniendo en cuenta lo bastante que leo, óbviamente, mi forma de escribir, es a veces, un tanto camaleónica. Sin querer a veces me parece que imite a quién leo. Como suelo ser bastante obsesivo-compulsivo con la lectura y no puedo dejar de leer un autor hasta que he saqueado la casi totalidad de su obra, podrán encontrar toques de Milan Kundera, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Paul Auster, Kafka, Haruki Murakami... y otros muchos más. Con todo esto, lo dejo ya. Muchas gracias por visitar este sitio.

Me gustaría como añadido citar a Haruki Murakami, pues encuentro muy significativo y sincronizado su mensaje:

"Había estudiado piano de chico, y podía leer música lo suficiente como para sacar una melodía simple, pero no poseía el tipo de técnica que se necesita para convertirse en un músico profesional. En mi cabeza, no obstante, sí sentía a menudo que había algo parecido a una música propia que circulaba alrededor de un impulso rico y poderoso. Me pregunté si me sería posible traducir esa música en escritura. Así es como empezó mi estilo.


Ya sea en la música o en la ficción, lo principal es el ritmo. Tu estilo tiene que tener un ritmo bueno, natural, firme, o la gente no va a seguir leyéndote. Aprendí la importancia del ritmo de la música, y especialmente del jazz. A continuación viene la melodía, que en literatura viene a ser un ordenamiento apropiado de las palabras para que vayan a la par del ritmo. Si las palabras se acomodan al ritmo de una manera suave y bella, uno no puede pedir más. Lo siguiente es la armonía; los sonidos mentales que sostienen las palabras. Luego viene la parte que más me gusta: la libre improvisación. A través de algún canal especial, la historia fluye libremente desde el interior. Todo lo que tengo que hacer es sumergirme en la corriente. Finalmente viene lo que quizá sea lo más importante de todo: esa elevación, esa emoción que uno experimenta al completar su “interpretación” y al sentir que ha alcanzado un lugar nuevo y significativo. Y si todo sale bien, uno consigue compartir esa sensación de elevación con sus lectores (su audiencia). Es una culminación maravillosa que no puede obtenerse de ninguna otra manera.


Prácticamente todo lo que sé acerca de escribir, entonces, lo aprendí de la música. Sonará paradójico, pero si yo no hubiera estado tan obsesionado con la música, podría no haberme convertido en novelista. Incluso ahora, casi treinta años después, sigo aprendiendo mucho sobre la escritura de la buena música. Mi estilo está tan profundamente influido por los riffs salvajes de Charlie Parker, digamos, como por la prosa elegantemente fluida de F. Scott Fitzgerald. Y todavía tomo la permanente autorrenovación de la música de Miles Davis como modelo literario.


Uno de mis pianistas de jazz favoritos de todos los tiempos es Thelonious Monk. Una vez, cuando alguien le preguntó cómo hacía para obtener cierto particular sonido del piano, Monk señaló el teclado y dijo: “No puede ser ninguna nota nueva. Cuando uno mira el teclado, todas las notas ya están ahí. Pero si uno quiere una nota lo suficiente, sonará diferente. Uno debe elegir las notas que realmente le importan”.


A menudo recuerdo estas palabras cuando estoy escribiendo, y pienso para mí: “Es verdad. No hay palabras nuevas. Nuestro trabajo es darles nuevos significados y tonalidades especiales a palabras absolutamente ordinarias”. Esa idea me reconforta. Significa que aún yacen delante de nosotros alcances vastos y desconocidos, territorios fértiles que tan solo esperan que los cultivemos."