¿Quién me ha robado el mes de Abril?

Es de acuse de recibo: ¿Cómo pudo sucederme a mí? Ando por una calle cualquiera en dirección a Moncloa, cargado, pero sobretodo de negro, entero de negro; camisa negra de Zara, Bombín negro de pega, Converse negras. Y unos Levis negros del Rastro. Llevaba también embarrocando mi aspecto un ramo de rosas, era 28 y tenía hasta 5 rosas, hechen cuentas. Llamo al timbre, me abren, le pongo el bombín: es Sabina. Sí es ella, el célebre personaje de La Insoportable levedad del ser, poca cosa, más bien delgada, nada de acuerdo con eso están sus pechos; rostro redondeado pero muy fino, como su nariz, en esta tiene un aro. Ojos profundos, oscuros; sugerentes, ojeras que la delatan como gata nocturna. Pelo corto, moreno, muy a la moda. No anda desnuda sobre un espejo como Sabina, y sin embargo es Sabina. No obstante para bien o para mal, yo no soy Tomás, yo soy el hombre que nunca estuvo allí, almenos en Abril.

Cuantas cosas el mes de Abril, desde su principio hasta su final, Abril es como muchas otras palabras el nombre de mujer, para mi Abril está a la misma altura que Alegría, Soledad y todos aquellos nombres propios en sentido estricto y figurado que llevan nombre de mujer. Pero ¿podría yo en sentido estricto insinuar que tengo que atribuirle a Abril nombre de mujer?

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