No es justo, no es justo, cuándo todo parecía claro, qué gris, no es justo, no me alargues las sombras, París, no me alargues las sombras que si las ves es que hay luces, y no hay luces más luces que París, oh París, pero por ello tienes sombras, sombras de reflejo gris y de azotes enrojecidos que encienden tus cielos cenicientos de nubes arrancadas de las mentes más grises bajo el cielo gris, colores que no duran una vida, ideas que condensan más ligeras que el aire que las rodea, colores que se tornan en gris, grises que se evaporan, y llueve, sólo sé que nunca dejará de llover, en los corazones, en el motor del metro, de la lengua de hierro, aplastas esperanzas, arrollas viajantes, que no escapan, de esta telaraña de piedra.
Paris andar por tus calles me quema, me quema mis suelas de goma, goma que tu alquitrán chupa, chupa; mamona ciudad. Me callejeaste como ninguna otra, voltear tus esquinas es como acercarse demasiado a una espada afilada y no sangrar si nos pincha. París contemplar tus piedras fornidas de historia no es más que morder polvo de muertos. Pero así aún corro por tus calles mientras tu polvo me persigue, pero aún así me adiestraron tus alimañas. Porque París, con tus luces, no eres más que gris. Polvo de estrella en un vacío con acento circumflexo.
Y aún así, insufrible París, non, rien de rien, non, je ne regrette rien.