En caso de emergencia, tirar de la anilla
El nacimiento de una metáfora, una de las malas. Se trata de un mar de sensaciones, de sentidos, de estados de ánimo. Damos unos pasos hacia el mar como en cualquier punto de nuestras vidas. Demasiado tiempo esperando que dentro de nosotros mismos les encontremos a los otros pero distintos. Al tocar el agua retiramos el pié, al menos hasta que nos acostumbramos a la temperatura. Aquí está el amor, allí está el odio; todos iguales. Antes de seguir penetrando en el mar miramos arriba, hacia las alturas, a la altura de la cabeza donde nacen las acciones que nos llevan a buen puerto. Pero luego miramos al horizonte, hacia la altura del esternón dónde se junta cielo y mar. Y allí está; el faro que nos abduce. Ya tenemos el agua hasta la cintura, lo peor ha pasado. Y eso podemos decirlo puesto que jamás habíamos llegado tan adentro. Pero vaya, se nos está oscureciendo la piel. No palpamos el fondo con nuestros pies ¿Qué nos sucede? Es entonces cuando el agua nos llega ya al cuello (solo entonces). Una sirena. Por poner alguna causa. Tira de nosotros. Hacia abajo, hacia las profundidades y es entonces (solo entonces) cuando ya es demasiado tarde recordar lo de "En caso de emergencia, tirar de la anilla".
Dicen los viejos lobos de mar que de vez en cuando llegan unos botes hinchables amarillos a la orilla, sucede que la mayor parte de las veces llegan vacíos y llevan el agua ensuciada; como con tinta de calamar.
Vienen y van, no les dejes escapar.
De nuevo, en llamas
El capitán llevaba ausente ciertos días, ninguno clave; el rumbo era fijo y claro y por supuesto sus hombres no se preocuparon por él, su ausencia les daba la plusvalía que tener que asumir sus responsabilidades a bordo. Todo parecía funcionar correctamente; los motores a toda máquina, carbón para cruzar los siete mares. Las chapas que recubrían la estructura del barco brillaban por su ausencia de grietas. Ni siquiera una sola mota de pintura oxidada. Los hombres estaban bien nutridos y la ociosidad de los hombres así como sus necesidades más fundamentales cubiertas. Entonces ¿Qué es lo que le sucede al barco?
El barco se hunde y el capitán no está. No hay que buscarle más explicaciones. Los polizones, los rasos, los marineros, los oficiales, removieron cielo y tierra hasta que se dieron cuenta que estaban en alta mar; entonces empezaron a remover todos los habitáculos del barco, todos los compartimentos todas las bodegas. Nada. ¿Y en su correspondencia? "Oh, ¡vaya!" No recordaban que el capitán no tiene nadie quien le escriba.
Finalmente a un hombre de confianza del capitán M. se le ocurrió la retoricidísma idea de mirar en el camarote del capitán. Ni siquiera tuvieron que forzar la puerta. Entraron. Allí estaba, sentado frente a su mesa, delante de una hoja en blanco, con la mano acariciando la barbilla y los ojos perdidos en algún punto de fuga del infinito. Una muchedumbre de hombres (vestidos de marineros) se agolpaban en la puerta del capitán y jadeantes, expectantes, por ver lo que les sentenciaba su líder.
-Capitán M., el barco se hunde, el barco está en llamas.
Y tardó veintiún años de su vida, seis meses y diecinueve días en sentirse seguro, convencido, calmado, íntegro para pronunciar las palabras adecuadas para la situación.
-¡Mierda!
Y sin embargo, se mueve
Y sin embargo se mueve, muy acertado el que compuso la leyenda, fíjense también en la pintura, Galileo firme, erguido, convencido, con un halo de luz a su alrededor sólo comparable al que irradia Jesús en la cruz y ellos, los insquisidores encorvados, oscuros, amenazantes. Pero cómo, cómo, cómo atreverse con la ayuda de algunas ojas y de la vaga observación de los astros a convencer al orden establecido de la creación, cómo hacerle reconocer al mismo Diós que nos ha ocultado que damos vueltas y que además es culpa suya.
Todo esto es culpa de algunas casualidades, vaya, no nos confundamos, el hecho de que esté este post escrito. La primera de ellas, y la más importante; una canción del grupo New Age Enigma cuyo nombre es por supuesto Eppur si muove yo ignorante consulté lo que significaba todo aquello y me encontré con un curioso "y sin embargo se mueve", y fue entonces cuando primero, le oí y luego por extensión, le oí.
Era un dia ya tarde de noche, cerca de la media, de la noche. Estábamos andando Carlos y yo mismo (M. lleva unos días de vacaciones ya), y de pronto oímos al cruzar un puente encima de una calle un saxofón, eso incluía la presencia del saxofonista. La melodía sonaba cercana pero al saxofonista se le veía distante, a pié de carretera, sólo unos poco metros alejado de un tímido vaivén de automóviles. Tocaba. Tocaba bien. Frío. hacía frió. Mucho frío, y en lo primero que pensamos fue en sus manos desnudas. Eppur si muove. Y sin embargo, se mueve. Y sin embargo, toca. Y sin embargo.
Encontrar la naturaleza de sus motivos no parece complicada; el saxofón es un instrumento de viento, se amplifica en un tubo metálico; los vecinos lo sufren y mucho. No se puede tocar a gusto en casa, no musicalmente hablando. Así que se hechó a la calle. Se nos podrían ocurrir motivos más románticos; escena de saxofonista trágico en puente colgante y fa menor. Quien sabe, lo que sí és que sin embargo y a pesar de todo se movía, se movía, quien lo diría.
¿Qué harías si fuera tu última noche en la Tierra?
Nadie rezará un kitsch por Weinstein
Me permito desviariar a tijerazos un trozo de un relato de Woody Allen;
Weinstein acabó de afeitarse y se metió bajo la ducha. Se enjabonó, mientras el agua humeante caía por su voluminosa espalda. Aquí estoy yo en un determinado momento del espacio y del tiempo, pensó, yo, Isaac Weinstein. Una de las criaturas de Diós. Y entonces, al pisar el jabón, resbaló sobre las baldosas y se dio de cabeza con el toallero. La semana había sido aciaga, y dejó de estar allí para el resto de la eternidad. El día anterior le habían cortado el pelo y aún le atormentaba en el momento de su muerte la angustia que le causó este incidente. Al principio el barbero se lo había recortado don discertimiento pero Weinstein pronto se dió cuenta que había ido demasiado lejos.
-¡Vuélveme a poner un poco! -gritó irracionalmente
-No puedo -replicó el barbero-. Se le caerá.
-¡Bueno devuélvemelo entonces Dominic! ¡Quiero llevármelo!
-En cuanto el pelo se cae en el suelo de mi peluquería es mío señor Weinstein.
-¡Y un cuerno quiero mi cabello!
Tras proferir gritos y amenazas, finalmente se sintió avergonzado y decidió marcharse. Malditos barberos, pensó. De una manera u otra siempre te la juegan. Al salir de la peluquería se dirigió al apartamento de Harriet para hacerle el pago de su asignación.
-Hola Harriet -saludó
-Oh Ike -contestó ella-. No tienes porque ser tan hipócrita.
Tenía razón qué falta de tácto en sus palabras. Se lo echó en cara amargamente.
-¿Cómo están los niños, Harriet?
-Nunca hemos tenido niños, Ike.
-Es que yo creí que cuatrocientos a la semana eran para el mantenimiento de los niños.
Ella se mordió los labios. Weinstein se mordió el suyo. Luego mordió el de ella.
-Harriet -murmuró-. Estoy... estoy arruinado. Los huevos están bajando.
Weinstein sintió un repentino deseo de besarla, sinó a ella a alguien.
-Harriet ¿cuál ha sido nuestro error?
-Jamás nos enfrentamos con la realidad.
-No fue culpa mía. Dijiste que estaba al norte.
-La realidad está al norte, Ike.
-No, Harriet, los sueños están al norte. La realidad esta en el oeste, las falasas esperanzas en el este y creo, creo que la existencia está en el sur.
Harriet poseía aún la facultad de excitarle sexualmente. Intentó tocarla,a ella se apartó y la mano de Weinman fue a parar sobre un plato de crema agria. Era inútil.. Rien a dire, rien a faire, Weinsten salió se encaminó hacia el centro. Se le saltaron de pronto las lágrimas, cálidas, saladas, contenidas durante años recorrían un impúdico exceso de emoción. El problema es que le brotaban de las orejas. Fijaos en eso, pensó ni siquera puedo llorar como es debido. Rien de rien.
Pongamos que hablo de vivir
"tócala otra vez, Sam" y entonces suena esa melodía de piano que todos conocemos. Bien, ese no es el final. Mira por dónde tuve que ver una genial película protagonizada por Woody Allen para darme cuenta de eso, "Sueños de un seductor", película en la que a Allen se le aparece Bogard para aconsejarle sobre las mujeres. Es fantástico ver a un estereotipo actuar en situaciones eminentemente cómicas. Lo siento pero me chifla Allen.
"Siempre nos quedará París" otra de las frases que algún día pienso hacer mía, a pesar de que ahora tiene por coletilla otra ciudad que poco a poco voy queriendo más y que la ligera amargura que se perfila en nuestra despedida hace que nuestra relación sea cada vez más especial. Madrid, así se llama ella. Nuestra relación es ya madura, no ha madurado bien; empezamos con mal pié, yo era muy joven, ella tenía mucha experiencia. Yo no encontraba mi sitio en ella y sin embargo ella me contenía en todo mi ser. Tuve que tener otras amantes para valorar el sentido que tenía en mi vida; Bruselas, Barcelona... por poner algunas. Y ahora veo que día a día la quiero más y más y sin embargo no hay vuelta atrás; lo nuestro acabará en pocos meses. Pero bien, por ahora me la hago propia, siempre me quedará Madrid."Este es el principio de una gran amistad" Finalmente, la última de las frases, la menos sutil, la menos dulce, la menos amarga; la más común. Es esta, en una escena recogida en el fotograma de arriba, la que concluye la película. La frase cierra una escena final sublime, increïble, irrepetible (a no ser que seas Allen por supuesto). Y no es por ser Kundera por lo que tiene que ser verdad, pero uno de sus amores ridícules dice tal que así "Lo único eterno que he encontrado en esta vida es la amistad de un hombre; no está salpicada por las estupideces del erotismo"
En qualquier caso cierro con una cita de Sabina que tanto ha dado vueltas últimamente por aquí si bien, metamorfoseado:
Allá donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid.
Sabina te ha escrito un Blues
Mucho cuidado con el usarlo como adjetivo, no es de uso gratuito. No es tan caro como el “te quiero” pero se le asemeja; la cultura popular se lo ha adquirido para describir a una muchacha joven, iniciada de forma temprana en la sensualidad y poco después en la sexualidad. Se las suele reconocer por la calle por aquello que desprenden que hace que todos nos giremos, algunas incluidas. Ellas no dan crédito a la patología que padecen, pero sólo se quejan de ella a sus mejores amigos, para que comprendan el porqué jamás se acostarán con ellos. Pero están enfermas, ¡Oh si! Y lo peor es que contagian, sí, de una enfermedad que ellas no parecen (y digo parecen) padecer; la del corazón. ¡Bien saben de qué hablo aquellos pobres que van con ellos a restaurantes! “¡Maldito camarero!, ¡Madito crucigrama!”. Y saltan de tejado en tejado, como gatas en celo. Sus amantes se suelen (dependiendo de su naturaleza) ahogarse en el pañuelo de amargura, ¡Si hay Dios espero que me libre de toparme con alguna de ellas en el marco de mi ventana! ¡En mi alcoba!
Vade retro alter ego
Variación Tercera
Asiduo lector, ¿cuántas líneas innecesarias te has saltado? Levitar; siempre es bonito levitar, ser levitado, ya sea por la propinación de una ostia bien dada o un susto mayor; sobretodo lo primero, que eso, que lo primero es más bonito. Eso fue lo que sucedió des de aquella noche. Se levantó, y ¿saben aquello que dicen? Sí, que uno se levanta con uno de los dos pies, pues el pobre hombre no pudo experimentarlo ya de nuevo y jamás tuvo nueva excusa para justificar su mal humor heredado de un desengaño matutino. Resulta que en sueños alguien le contó cuales instrucciones de uso, más o menos, lo que sigue:
Deberá usted comprobar y entender en primer lugar si quiere levitar, que la pluma pesa. Pesa más un kilo de plumas que un kilo de hierro. La levedad debe ser insoportable, y lo pesado ligero. Esa es la clave, porqué en principio es usted pesado y usted en principio, exento de estupefacientes no flota, sin embargo si flota la pluma, debe usted permitirse una licencia léxica; crease que la levedad de la pluma es insoportable y que su peso es fácilmente soportable. Y ¡zas! Se acabaron las excusas matutinas.
Lo peor fue comprobar que no podría hacer esquí de fondo con sus alpargatas por la mañana, con lo que le gustaba emular a los fondistas a tempranas horas mañaneras por el pasillo de su pisito alquilado. Y con esos escudos que tenían… él no tenía medallas, las únicas en las alpargatas…ese precioso escudo medieval que jamás podría clavarse en la solapa. Qué pena. La siguiente experiencia inquietante en la que cayó fue al bajar en ascensor del cuarto piso en el que vivía. El ascensor no notaba su peso, notaba su levedad, y por lo tanto esa etiqueta en el ascensor “cuantos quilos pesa”, “cuantos quilos aguanta” dejaba de tener sentido. Y hay, cuantas cosas dejarían de tener sentido en su vida. Levitar dejó de ser irremediablemente alegre.
Al menos eso le serviría para ligar, por eso de parecer más alto. Y el diá pasó, sí, como las cosas leves que no tienen mucho sentido. Le despidieron del trabajo: era bailarín de claqué en un importante espectáculo en la gran vía: El Claquetista de
“Casting para artistas de Circo. Abstenerse artistas que hayan actuado en
DIRECTOR: Hola, bien entonces cual es tu nombre.
ÉL: Eso no es difícil de contestar, aunque un tanto vergonzoso, me llamo Eustaquio.
DIRECTOR: ¿Como el de la trompa?
ÉL: Oh venga… por favor, no haga como todos,. ¡Estúpida broma! Entonces dígame ¿que tengo que hacer para trabajar aquí?
DIRECTOR: Todo se rige en función de sus habilidades únicas, si nos gustan le contratamos, si no nos gustan le largamos. Dígame, ¿cuál es su habilidad?
ÉL: Pues mire, yo vuelo.
DIRECTOR: ¿Cómo?
ÉL: Pues eso, bien en verdad más que volar, levito.
DIRECTOR: ¿Qué pasa acaso se ha tomado tres latas de fabada?
ÉL: No se ría usted, es algo problemático, de veras, por ello quiero entrar en el circo.
DIRECTOR: Mire oiga, tengo ahí en la cola a gente capaz de cosas coherentes tales como escupir fuego, hacerse el sueco y hasta tengo a hombres camaleón, y usted viene y me suelta que vuela. ¿Qué se cree que es esto? ¿Un circo? ¡Ande y lárguese, váyase por ahí con sus estupefacientes!
ÉL: Está bien… ¡adiós!
Variación Segunda
ÉL: No eso es difícil, ¡sabes cuanta seguridad tengo conmigo
ELLA: No vamos a poder quedar hoy tampoco… ya no aguantaba más te lo dije… eso me decía el hijo de puta. Sabes…él me lo ha dicho: dentro de poco sonarán tres alarmas, entonces será el cambió de guardia, durante pocos segundos los guardias estarán distraídos y entonces te ahogaré con mis manillas, te desgarraré el cuello, morirás asfixiado. Y sabes… nos da igual, ya estamos aquí dentro.
ÉL: Lo sé, lo sé, sin embargo tu también sabías…
ELLA: De veras lo siento, quiero curarme y echarle de mi cabeza.
ÉL: Claro, claro, si, eso, seguiremos la siguiente sesión, sí en la siguiente. Adiós.
ELLA: Adiós.
Variación Primera
Él se había sugerido conociendo la naturaleza de ella; lo intento por todas las direcciones y terminó siendo consciente de que ya formaba parte de la mitad de los amigos tontos, a los que no se había tirado, y allí se quedó, plantado en la puerta con la volátil promesa que saldrían el día siguiente y se emborracharían y luego. Luego quien sabe. Pero el lo sabía bien, el verbo empezó a jugar: evitar, primera conjugación como esfumar. Pasó otro día y siguió la promesa, endulzada esta vez por una excusa como otra cualquiera otra obra de teatro. Tuvieron que pasar una, dos, tres. Dos comedias y un drama. Y el que se avecinaba para su feudo interior.
Llegó una nueva promesa, una nueva insistencia, una nueva esperanza pero su cabeza estaba ya llena de humo. Y esa vez la esperanza no se esfumó hasta el último momento.
Él se levanta de la silla, se excusa de entre sus amigos que apunto están de empezar a cenar. Llama por el móvil, suena un tono, dos, tres…
ELLA: ¡Hola! Oye lo siento me vas a matar.
ÉL: No eso no es difícil, ¡sabes cuanta paciencia tengo contigo!
ELLA: No vamos a poder quedar hoy tampoco… ya no aguantaba más te lo dije… estoy lejos en un pueblo perdido con un amigo. Necesitaba estar lejos de todo esto. Necesitaba…
ÉL: Lo sé, tranquila, lo sé, ¿estás mejor entonces?
ELLA: Oh venga… por favor, no te pongas así. Te mandare uno en los que te digo que te estimo. Sabes que lo necesitaba.
ÉL: Lo sé, lo sé, sin embargo tu también sabías…
ELLA: De veras lo siento, quiero conservar nuestra amistad.
ÉL: Claro, claro, si, eso, disfruta. Disfruta. Adiós.
ELLA: Adiós.
Cuelga el teléfono, sus últimas palabras han sido duras. Mira hacía la Gran Vía, hay un tumulto de gente, la carretera está cortada y la gente baja hacia La Cibeles donde hay un espectáculo pirotécnico.
Tanta gente, le dolió.
Introducción a una variación
Todo el mundo conoce muchas de aquellas verdades llamadas inútiles, como por ejemplo que somos mortales o que el mundo está podrido. Y allí va otro ejemplo: que todo se repite. Historias de amor, cada uno de nosotros cree que escribe con fuego una nueva en cada lío que tenemos cuando en el fondo no es así, todo está canonizado e inventado; una visión triste del mundo a decir verdad. Todo se repite y todo es círculo y da vueltas. No obstante podríamos darle una vuelta de tuerca. No hay nada nuevo bajo el Sol, es cierto pero, incluso el menos purista se lo pregunta; y sin embargo no hay dos personas iguales, planteémonos pues reformularnos el problema; todo se varía, todo es variación. Las cosas no se repiten, si no que vivimos variaciones de vidas ya vividas; cambiamos el círculo por la espiral, el triskelion, bendita sabiduría celta. Todo da vueltas pero nunca por el mismo sitio, además en todo hay un génesis, hubo un primer Romeo, un primer Curial, un primer Quijote, un primer Jacques; que tuvieron sus primera Julieta, su primera Güelfa, su primer Sancho, su primer Amo. Y el resto fueron ya variaciones, y la espiral aumenta y aumenta.