Habitar; siempre es triste habitar, ser habitado; sobretodo lo segundo. Eso fue lo que sucedió des de aquella noche. Se presentó desdoblado, voces en su cabeza, a sabiendas de la oportunidad que tenía; una mujer apasionada, reprimida, terriblemente atractiva cuya feminidad había estado en letargo durante los últimos tres años a razón de una relación que ya había terminado. Ellos eran amigos, buenos amigos. Evitando detalles todo terminó en la puerta de su casa; se abrazaron. Y sin embargo ella no se quedó sola. Parecía como si él se hubiera sugerido conociendo la naturaleza de ella; lo intento por todas las direcciones y terminó siendo consciente de que ya formaba parte de la mitad de su consciencia, ella lo tenía en su cabeza, y allí se quedó, era ella quien daba las órdenes pero el quien las elegía. Luego quien sabe, la reacción de ella podía ser cualquiera. El verbo empezó a jugar: “empuja a aquella asquerosa vieja”, y ella lo hacía, no podía evitarlo y así sucesivamente, hasta que no pudo salir de su casa. Esquizofrenia. Un hombre encerrado en su mente que le ordenaba a ella. Y ese hombre en ella quería matarle a él. El pensamiento a la persona a quién representaba. “Yo te he hecho daño, te he dejado, ahora merezco que me mates”, ella se retorcía, se arrancaba los cabellos, se golpeaba en la cabeza, pero él seguía allí. Y él quería que ella le matase. Fue fácil: quedaron, con promesas sexuales se dirigieron al piso de ella; esperando en el metro ella oyó su voz “ahora, ¡empujale!”. Y así fue. La detuvieron. La encerraron. Y antes de llevarla a juicio trajeron a otro, un psiquiatra especializado, su juicio decidiría:
Él se sienta en su silla: una habitación acolchada blanca, una mesa entre él y entre ella, pálida, con ojeras, con una bata blanca y con las piernas cruzadas.
ELLA: Hola, Oye lo siento pero él me dice que te mate.
ÉL: No eso es difícil, ¡sabes cuanta seguridad tengo conmigo
ELLA: No vamos a poder quedar hoy tampoco… ya no aguantaba más te lo dije… eso me decía el hijo de puta. Sabes…él me lo ha dicho: dentro de poco sonarán tres alarmas, entonces será el cambió de guardia, durante pocos segundos los guardias estarán distraídos y entonces te ahogaré con mis manillas, te desgarraré el cuello, morirás asfixiado. Y sabes… nos da igual, ya estamos aquí dentro.
El rostro de él se tornó pálido, empezó a sudar y se quedó sin voz.
ELLA: Oh venga… por favor, no te pongas así. ¡Era broma! Entonces dime… ¿que tenemos que hacer para salir de aquí?
ÉL: Lo sé, lo sé, sin embargo tu también sabías…
ELLA: De veras lo siento, quiero curarme y echarle de mi cabeza.
ÉL: Claro, claro, si, eso, seguiremos la siguiente sesión, sí en la siguiente. Adiós.
ELLA: Adiós.
Se levanta de la silla, sale de la comisaría, cruza la calle se dirige hacia el centro. Mira hacía la Gran Vía, hay un tumulto de gente, la carretera está cortada y la gente baja hacia La Cibeles donde hay un espectáculo pirotécnico.
Tanta gente, le dolió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario