"Música, melancólico elemento para los que vivimos de amor". ¿Entendés?
Me remito a los hechos, eso aún no explica nada.
¡Silencio! ¡O se nos cagarán las palomas!
Hmm....
Llegué a mi pieza, penetré la ferrosa llave la cerra-dura de la puerta; un grado de turbulencia. Perpetré un giro; dos grados de turbulencia. Pisé al gato; tres gados de turbulencia. Maldito gato. Me metí en mi habitación, la estufa estaba apagada; cuatro grados de turbulencia. Entró también el gato; cinco grados de turbulencia. Bajaba música por las paredes, manchándolas, mojándolas, el ruido pintaba la pared; a alguien se le había rebentado el oído arriba, cómo mino, jodidos vecinos; seis grados de turbulencia. No más. Me subo, súbito.
Peldaño por peldaño, majestuoso cómo si estuviera aprendiendo de nuevo a subir las escaleras. Y llamé a la puerta.
¿Y entonces?
Nada
¿Qué? Oiga, pero, ¿usted sabe con quién habla? ¿Acaso juego conmigo?
Paciencia ¡che! ¿Usted cree que yo me turbulezco muy a menudo? Ni muhco menos, más bien más poco que menos. A fecha del otro día, tan sólo había alcanzado el cuarto grado, ¡Y míreme!
Más bien quiere usted decirme que todo sucedió antes, mucho antes de que usted volviera cantando las cuarenta hacia su pieza, para golpear la puerta de sus vecinos.
¿Nunca le dijeron que es un facto estilístico dejar las e-videncias para las palomas? No me mire así, uno no se queda indiferente después de que me sucediera eso en esa casa antes de las cuarenta, pero usted me tiene mi única enfermedad son mis secretos, la verdad es la verdad, lo único que puedo hacer es vivir con ella, y no me mire así que estoy citando. Pero usted está aquí para curarme ¿no es así? A mi me parece gracioso que el grano se esté convirtiendo ya en mazorca.
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