Sin duda éste es el borde del paraíso. No sé si es un sitio alegre, melancólico o directamente triste. Eso no me lo dicen las olas del mar que van-y-vienen. El borde del paraíso está en la orilla del mar. En una playa de arena fina, blanca. Durante el ocaso el mar pierde toda su oscura profundidad y extiende debajo de él un manto sobre el que podríamos andar.
Hipotéticamente. Nos deja el tiempo suficiente mientras tornasola el cielo para que lleguemos al borde, y
nos montemos. Ignoro como serán las puertas y los que las guardan pero sin duda nos aguardan un par de pisos por debajo del horizonte para que después una vez estemos montados todos, caiga la noche, el mar recupere toda su profundidad y esa gran nave a la que llamamos luna, se eleve por encima del borde e encienda con un blanquiazul intenso la superfície del mar, deje un rastro cónico y nos lleve en un viaje de ida al
paraíso.
Así debe ser, así debería ser pensé mientras estaba sentado en la arena. Pero para estar sentado a la orilla del mar borde del paraíso, faltan aquellas personas a las que amo, a las que tanto tiempo llevo sin ver, hablar, tocar. Falta que aquellas estén aquí conmigo. Y así podríamos dirijirnos hacia allí.
Quién sabe, quizá algún día sentados en la orilla del mar con aquellos a los que queremos veamos como se alza la Luna y ésta nos enciende el mar, mientras las olas que van-y-vienen nos traen recuerdos, se llevan pensamientos.
2 comentarios:
Megalómano indiscutible
Sin duda alguna. Anónimo cualquiera claro.
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