"Todas las ideologías fueron derrotadas: sus dogmas fueron finalmente desenmascarados como simples iluisiones y la gente dejó de tomarlos en serio. Los comunistas creían, por ejemplo, que durante el desaroollo del capitalismo el proletario iba a empobrecerse cada vez más, y cuando un buen día se demostró que en toda Europa los obreros iban a su trabajo en coche, tenían ganas de gritar que la realidad estaba haciendo trampas. La realidad era más fuerte que la idelología. Y precisamente en ese sentido la imagología la superó: la imagología es más fuerte que la relida, que por lo demás hace ya mucho que no es lo que era para mi abuela, que vivía en un pueblo de Moravia y lo conocía aún todo por su propia experiencia: cómo se horneaba el pan, cómo se construye una casa, cómo se mata un cerdo y se hacen con él embutidos, qué se pone en los edredones, qué piensan del mundo el señor cura y el señor maestro; todos los días se encontraban con todo el pueblo y sabía cuántos asesinatos se habían cometido en los alrededores en los diez últimos años; tenía, por así decirlo, un control personal sobre la realidad, de modo que nadie podía que el campo moravo prosperaba cuando en casa no había qué comer. Mi vecino de París pasa su tiempo en la oficina en la que está ocho horas sentado frente a otro empleado, después coge su coche, vuelve a casa, enciende el televisor, y cuando el locutor le informe del sondeo de opinión pública según el cual la mayoría de los franceses ha decidido que su pasís es el mas seguro de Europa, abrirá de pura felicidad una botella de champagne y jamás sabrá que ese mismo día se cometerán en su calle tres robos y dos asesinatos."
Milan Kundera,
La inmortalidad, tercer movimiento, la imagología
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