Cada loco con su tema


"Hoy, mañana, ayer, se deshojará una rosa, y a la virgen más joven, le saldrá leche del pecho."












"Sinceramente mío", se me ocurre cuando estoy en el metro y me he dejado mi lectura, es un buen momento para pararte, para observar, mirar a tu mundo alrededor, y de nuevo y por primera vez en algún tiempo, en el que has estado sumido en tus preocupaciones, tus pesares, tus ideas y tus proyectos, pensar en los demás. Ya no como estorbo ni aparador navideño sino como personas sinceramente suyas, cada una como corresponda a quien corresponda. Es díficil el ejercicio de humildad de mirar a sus caras y reconocer en ellas los rasgos que le hacen a cada uno propio y que cuentan algo de su historia, que en el fondo no diferirá mucho de la de uno propio. Historias que se repiten, variaciones las unas de las otras, consejos desavenidos, que han provocado una repetición pero no como un círculo vicioso del que todos seamos víctimas, que va. Nada de eso.

Como las olas al mar, que golpean la aerna, y se la llevan, y la devuelven, y la arena no puede hacer nada. Visto así me siento como un grano de arena, y en el metro hacemos un castillo que se hunde, humedecido al cambio de estación, al bajar de un tren. ¿Soy sinceramente mío? Es esa la manera, acaso no debería decirle alguien, o decirles a todos, Soy sinceramente tuyo, soy sinceramente vuestro. ¿Y quienes son aquellos? Aquellos que tienen vidas como las mías. ¿Debería esperar recibir a alguien que se entrega sinceramente? ¿Donde está esa vida, sincera y entregada?

Va a ser una variación de la mía, o bailaremos los dos un nuevo baile, al son de alguna variación de otra obra, peor o mejor. Mi esperanza sin duda está en la diferencia, y que esto a usted le provoque, indiferencia.

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