Duros a cuatro pesetas
Esto por la suerte de los que me conocen no es ningún chiste, se trata de la reaparición de M. Llevo unos cuantos días con un poco de silencio en primer lugar porqué no tengo Internet en mi piso y en segundo lugar porqué llevó dos días más enfermo que otra cosa Estoy bastante pocho y me encuentro sinceramente mal. Pero bueno no se trata de hablar de eso. El otro día, M. fue animado por sus compañeros para ver una película, una recopilación de cortos que tuvo en ciertos momentos claves, grandeza en cuanto a la calidad de estos. Antes pero de empezar a verlos, pensó que le apetecería seguir la costumbre arcana de tomar unas palomitas con la película, como la hora era tardía, la única tienda abierta cerraba con cerrar así que se precipitó sobre su cartera tomó un billete que creyó de 5€, bajó corriendo las escaleras, y en la tienda compró dos paquetes de palomitas para el microondas y un refrigerio de naranja. Pagó. Ante su magna sorpresa le devolvieron un billete de 10€ uno de 5€ y el cambio correspondiente, hago un inciso a modo de flashback: M. antes de bajar a comprar lamentó su suerte pues se creyó con sólo 5€ y ahora tendría que ahorrar un poco durante la semana para evitar al temible cajero. M. con el cambio equivocado en mano se fue corriendo, ¡no se comportó honestamente! Se puso nervioso y se fue de la tienda antes de que reparasen en su craso error: no sólo se habían equivocado con el cambio sinó que además de “regalar” a M. los víveres, le habían dado el triple del dinero con el que venía. Al llegar a su piso entró riendo y gritando “¡lo mejor que me ha pasado en todo el día!” y se vanglorió por individual a sus compañeros por la gran suerte y la poca honestidad de su naturaleza. Las palomitas en sí resultaron ser nefastas, pues mientras la mitad se quemaban en el microondas, la otra mitad no se hacían. Asquerosas. Luego M. cuando se fue para la cama, antes de dejar el dinero regalado miró en el botecito donde guarda su dinero. Y allí se le apareció un billete de 5€, entonces reflexionó y al entender lo sucedido sintió vergüenza: había pagado con un billete de 20€, se había engañado a sí mismo, le habían dado el cambio correcto, había invitado a sus compañeros ante su supuesta suerte… y todo por su equivocación. Un poco avergonzado se acostó y se lanzó a sus sueños, últimamente tan interesantes. Ahora imaginen sí M. se hubiese comportado honestamente; “No no ustedes se equivocan, les he dado un billete de 5€”. ¡Duros a cuatro pesetas!
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