Las Sombras de la China son muy alargadas y trasmutantes y esta vez han cambiado, y no se sale tan facilmente no se puede salir de esa cueva, donde se proyectan las sombras, esas sombras que nos muestran al ganso haciendo el ganso, al heroe y al villano. Tampoco se puede salir de ellas en coche. Pero es no es lo que se pensaba M., M. pensaba que podía salir en coche. Así que se montó al coche, con cierta prisa. Le latía fuerte el corazón; lo sentía fuertemente golpear su pecho, se le hincharon las vendas, se le le secó la boca, se le intensificó la repiración: sabía que podía llegar a tiempo. Voló por la carretera, la música alta y el corazón en un puño. Sorteó coches lentos, dudas y temores. Se encontró presa de uno de esos momentos solemnes, en los que sabes que del otro lado de la puerta del coche te espera un mundo que no espera, que cambia sin cesar, del que uno no puede bajarse lastimado, no sirve de nada pedir a gritos "¡paren al mundo! ¡quiero bajarme! El mundo rueda y rueda, y M. está dentro del coche, con la música alta, y el corazón en un puño.
Entonces M. llega por fin a la estación, se baja del coche, y ve la gente que espera al tren, llama, C. contesta, va en su búsqueda, corriendo. M. entra en la estación, hay gente. M. no lo recordaba: él no puede bajar a las vías. Tendrá que volver a llamar a C. agitado sabe que le quedan pocos minutos, un par como máximo. C. está en un puente encima de las vías, M. aprieta el paso: el tren ha llegado. M. llega junto a C. y miran hacia las vías. Las vías están repletas de gentes, repletas de A.,B.,D.,E.,F.,G.,H.,I.,J.,K.,L.,O.,P.,Q.,R.,S.,T.,U.,V.,W.,X.,Y.,Z. ... y está también el tren. Entonces C. ve a N., pero M. no encuentra, C. se despide, ¡oh mirenlo! C. agita las manos, se alegra, C. no ve sombras; ve luz, y sin luz no hay sombras. M. no ha encontrado a N. pero da igual, M. se une a su amigo y participa en el juego, N. se sube al tren (M. aún no la ha encontrado), y como el tren se va, M. y N. lo siguen corriendo un rato. C. se deshace a carcajada sincera, y M. cae en las sombras, ve sombras sombras y sombras... Sombras de la China.
N. por supuesto es para cada uno una N. distinta, no son la misma persona para M. y para C. son dos personas distintas. N. transmuta, N. es una persona, es una mujer que cambia de forma, un dia es una y otro dia otra. Así es el juego de las sombras para M. no es así para C. Para C. N. es N. y lo es cada día. Pero no pasa nada, con las prisas, M. se ha dejado el corazón en el coche, pues tenía que coger las llaves con la mano, y claro como también se ha dejado la música encendida pues no pasa nada, porqué el corazón así, sigue latiendo.
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