Uno no se da cuenta, todo empieza de forma muy sutil. Se han dado muchos tipos de casos, sin embargo el más típico es el del metro: el sujeto llega corriendo y delante de sus narices se cierran las puertas, o en su versión alternativa, el sujeto llega corriendo y es el del otra andén y no el suyo. Y así ocurre un día, y entonces ya no hay marcha atrás.
Empiezan a suceder cosas extrañas, enmarañadas sutilezas y giros inesperados en el guión de la vida; mala suerte transitoria, pero no sabes lo que se te viene encima.
Porque entonces llegan los males mayores. Y la mala casualidad nos amenaza ya no sólo en el plano psíquico, sinó en el físico. Normalmente a todo esto se le suele echar la culpa "al mundo". "No verás es el mundo que está en mi contra", espetan algunos. Otros senzillamente maldicen su suerte "¡Maldigo mi suerte!".
También a alguno se le ocurre demandar a Diós, y ojo que esto es notícia, también está la postura del "arrimado de hombros" seguido de algo parecido a "es el equilibrio en el mundo, ya me viene saliendo todo bien durante demasiado tiempo". Estos últimos son bastante patéticos.
Hasta que llega un buen día en el que te das cuenta: te levantas al amanecer y no está tu estrella. Entras en el metro y en vez de perder un tren ves a un pordiosero, "argent pour manger?", intentas salir del paso "eeeeeeehm parler vous anglais?", "some money for food?" y entonces indignado sigues tu camino (por el otro lado del que has venido) Y piensas, "Dios, a mi, no me la juegas".
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