Hacemos en vida, durante estas, cosas verdaderamente increibles, dignas de mención, de relato. Dado el tiempo al pasar, qualesquiera que sea lo que se avecine, esto mientras el mañana se torna en ayer, define nuestro destino, los que somos, como olemos. Cada uno de nosotros tiene un olor, para los que olemos, esto puede llegar a decir mucho de nosotros mismos. El oler, sentido a mi modo de ver la vida, es algo que menospreciamos, sin embargo, se puede acer una muy buena lectura del mundo oliendólo, así es como, por extensión, el olor puede llegar a ser un muy buen aperitivo de nuestra persona, y todo lo que ella significa. Es con el devenir de los días con lo que al final, podemos llegar realmente a oler mal. A apestar a pura mierda.
Y yo también, puedo llegar a apestar. Puedo llegar a cambiar de estación. ¿No oléis el otoño en particular? Musgo, humedad, ojas. La primavera, es policromática en olores igualmente, no se queda atrás el verano. O la inodoridad del invierno es igualmente rica. Decía que hacemos grandes cosas en la vida, podemos llegar a adoptar costumbres maravillosas, moralmente correctas, hacer bien las cosas, para estar de veras bien perfumados, sin embargo las cosas pueden llegar bien a torcerse; un pal de malos días, cuatro malas costumbres y nos encontramos matando las horas muertas. ¿Qué hemos hecho con nuestras vidas?, ¿dónde queda todo ese ímpetu de provecho? ¡Cuán de fácil es realmente llegar a apestar!
Pero un día llegara en el que despejemos nuestras narices y al cerciorárnos de nuestras flatulencias, cambiemos de estación. Sobretodo ahora que llega el invierno. Conviene.
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