Uno puede volverse transparente, pero difícilmente inodoro. Transparentar es muy fácil, tanto de conseguir como de arreglar. Basta con sincerizarse un poco y al paso de las pocas semanas se empezarán a notar los efectos de la transparencia, su cobertura también es más que fácil y gratuita: la aparencia, lo aparentoso; una máscara cubrirá el hueco de nuestra ausencia visual. ¿Han intentado alguna vez ser sinceros? Oh vaya, serlo un poco es fácil y los efectos de la transparencia apenas se notan, hay que ser constante, persistente, tenaz en dicho arte, ejercitándose con unas cuantas repeticiones todos los días bastarían para obtener una recomfortante no-presencia. Además se arregla con una máscara bien olgada.
No obstante allí está la inhodoridad. Se puede ir transparenando por allí, pero amigos míos, los malos olores, eso tiene un remedio difícil, casi imposible diría yo; hay que cambiar de estación. ¡Toda una faena! Sobretodo ahora, que llega el invierno.
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