Un cartucho de sueños



Dentro de un espacio gris monocolor de pocos centímetros por pocos centímetros se encierra un mundo. De éstos mundos monolíticos y pétreos los hay a centenares incluso miles. Y si por si esos números no fueran ya apabullantes, al tratarse de mundos, podemos afirmar que de cada uno de estos centenares inculso miles de mundos hay otras decenas de miles, de algunos incluso millones de copias; mundos paralelos. Cada uno de ellos en su única circumstància temporal, su única cirumstància espacial; un único binomio azaroso. Mundos con reglas distintas que les distinguen, en unos la vida crece del derecho, en otros del revés. En unos dos más dos son uno y en otros uno más uno dos.

[Son mundos que estaban disponibles a unos pocos miles de pesetas y por ello tenías que tener una maquinilla, la Game Boy era la guinda del pastel, aunque las hubo mejores. La mayor parte de estos ejecutores de mundos digitales están hoy en día recubiertos de polvo, olvidados en cajas olvidadas dentro de otras cajas. Un olvido cúbico. Sin embargo de vez en cuanto hay situaciones que propician la puesta en marcha de estas mundo-ejecutoras. Por poner un ejemplo; una mudanza.]

Se sentía triste por tener las manos cargadas del polvo de cosas olvidadas que ahora caerían en un olvido más profundo; eran días grises de un mes de Julio llenos de polvo de estanterías, el peor de los polvos, porque los levanta uno mismo. Lo tenía casi todo listo, hasta que por caprichoso azar encontró su vieja maquinilla en amarillo y verde oliva junto con algunos cartuchos de aquellos juegos que de niño le parecían imposibles. Y la decidió poner en ON. El Led rojo que le indicaba “¡Adelante juega, que tengo pilas!” le sorprendió menos de lo que debería haberle sorprendido, sobretodo después de tantos años en ese olvido cúbico, se le pasó por alto la rareza que se encendiera, dando paso a la pantalla principal del juego a la que extrañamente no recordaba tan bien elaborada. También eso se le pasó por alto.

Empezó el primer nivel con su personaje preferido, y la pantalla pareció adquirir uno a uno los 254 colores que le faltaban a esa pantalla cuyas líneas de píxeles parecían aumentar por momentos y expandirse delante de su vista. Se dió cuenta incluso que la silla sobre la que se había sentado cada vez se parecía más a otra cosa, otra cosa en la que sin lugar a dudas cada vez estaba más y más tumbado, hasta que le pareció, mientras avanzaba por el primer nivel, que ya estaba tumbado en algo que parecía una hamaca y que jamás había tenido en aquella casa de la que se estaba a punto de mudar. Pero parecía que todo aquello se le pasaba por alto y por lo tanto su concentración para con el ya entrado segundo Nivel del Juego seguía in crescendo. La pantalla antes de apenas alguna pulgada, se expandía más allà de la vista y los colores se hacían más vivos y matizables por momentos. Empezó a sentirse el personaje principal, sin que eso le dejara de pasar por alto y se encontró a sí mismo ante un paisaje infinito por los cuatro costados. Una planicie inclinada de hierba baja, seca. Ascendente, siempre ascendente con un camino en medio y que dejaba ver la intuición de un horizonte de azul invernal, acercándose al atarcedcer. Él ahora volaba, ahora caminaba en este paisaje que se repetía y que requería de un avance sólido pero dudoso a la vez. Empezaron a aparecer, primero algunas y al rato más, pequeños cantos rodados y piedras grises que adquirieron cierto patrón haciéndo de ellas unos antiguos e incluso primordiales vestijios de una antigua civilización. Los patrones de ruinas que construían sutiles formas se repetían, empezaron a recordar casas, huesos que contuvieron a ninguna criatura en concreto, criaturas de esa estepa túndria en plano inclinado, infinita por ambos lados y gélida de cielo azul pálido haciéndose oscuro, pendiente de encenderse en crepúsculo. A medida que él avanzaba las piedras empezaron a avanzar con el paisaje, se hacían vivas pétreras, golémicas, máquinas de esas civilizaciones antiguas, movidas por un ímpetu interior extracorpóreo, una voluntad de máquina sin finalidad alguna. Se preguntó qué hacía allí y detuvo su paso y ante él un granito antropomórfico se dirigió a él, por supuesto a estas alturas del juego, del mundo, del Nivel, se le pasó por alto que algo de tacto parecido al granito le respondiera sin articular palabra, también le pasó por alto que mientras hablaba sin decir palabra con aquél granito antropomórfico cayó la fría noche y del cielo oscuro colgó una única y pálida y tíbia estrella colgó de él, justo encima de su cabeza en un polo norte magnético imaginario. Señaló la estrella con la punta de una mano pétrera, ese es el último Nivel, llegar hasta allí, allí arriba. Pregunto que qué había allí. Y respondióle que allí, allí estaba él.

Dado un soporte raso, blanco, una nada bidimensional y de dimensiones infintas le acotamos unas magnitudes físicas de longitud y le proporcionamos de algunas reglas fundamentales podemos obtener de ellas patrones, una vida que descodificaremos en binario, llamémosle bida. Una bida capaz de empezar en si misma y terminar sobre si misma, unas condiciones iniciales que a través de algo bivo que no es causalidad se hacen condiciones finales hasta que en algún momento un ente superior lo pone en posición OFF.

2 comentarios:

Noe Domènech* dijo...

Jo tinc la game boy, pero sincerament la nintendo ds m'agradava mes...

marcsit dijo...

Blau cel i amb els jocs pirates, està coberta de pols també la veritat