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Y cómo proyectándose desde alguna bovina olvidada volvió; se entrometió en mis sueños, logró sortear las trampas y los laberintos de mi subconsciente para volver a instalarse allí, tumbada desnuda encima de esa habitación de mis sueños y mi ensueño; aquella en la que dispongo y despacho mis deseos.
Así que la visita fue obligada, en mis sueños no hacen falta muchos pretextos para acariciarla, para conducir mis manos hacia el sur de sus placeceres, para acariciarla, para encenderla, para llenarla.
Fue una largamente entrada noche de octubre, o del més en el que entra el invierno, no quedaban esperanzas para disimular la oscuridad; el señor de la noche no estuvo conmigo, dispuso sobre mí tan sólo las sombras; abatido me decidí por volverme a mi madriguera; de camino, se nos encontraron los ojos, cómo las canicas de dos mocosos de la escuela, iridiscentes, fragmentando los colores y estallando entre ellas, perfectamente elásticas “clac!”. Así chocaron nuestras miradas, así aprendí durante 7 meses, 7 días y unas tantas horas, a desearla. Claro que todo esto no tendría sentido si no viniera ahora la parte en la que se satisfifieron mis deseos, y llegó.
Pero de todo eso hace ya mucho tiempo; el niño ha perdido ya todas sus canicas.
Es por ello y sin ningún otro pretexto que al levantarme de entre esa proyección de bovina extraviada me pregunto, ¿porqué? ¿porqué ahora vuelves de dónde la magia?
Fotografía "Apropos To Magritte" de Nick Darastean