Los pros y los contras de una ventana abierta


Vivir en complitud sería considerar el día de tu nacimiento y el de tu muerte. Cierta abstracción no es posible. Sería -probablemente- algo muy parecido a verte desde el otro lado de una ventana abierta de un cuarto piso sin repisa. La gravedad de las dos situaciones comparadas lo impide: la gravedad de la muerte nos impide la consideración en complitud y la gravedad como ley física la contemplación de nuestro interior desde fuera. Por ello hemos aprendido a contar los años, a discretizar nuestra vida. Es imposible que tengamos un recuerdo continuo de ello, por ello discretizamos: cogemos puntos, de aquí y de allá e hilamos más fino cogiendo más de aquello que sucedió en momentos más interesantes o de momentos en aquello más interesante que sucedió -que no es exactamente lo mismo-.

Vivir entones de forma discreta es vivir en una constante elección, ¿cual es el pro? ¿cual es el contra? de cada situación me refiero. Podemos llegar a discretizar tanto nuestras vidas como para recordar todo el marco tanto físico como cronológico de una acción tan simple como la de atarnos un zapato una mañana cualquiera en la que corriste una cierta cantidad de aquél más de millar de quilómetros que llevas recorridos. Entre el quilómetro 12111 y el 12120. Un recuerdo tan vivo como el de la primera vez que por tu propio pié, te ataste el primer zapato.

Así que debemos debatir cual debe ser la resolución de nuestros recuerdos, el espectro de cada uno de ellos, y de cuantos puntos debe estar coformada la malla de nuestra vida, la suerte de tablero de ajedrez con decenas de reinas sin cabezas, un rey sin reino, peones encallados, torres caídas, caballos famélicos, pues así sería el paisaje al principio de esa mesa blanca y negra discreta de una suerte de ajedrez Hescheriano vital, y que sólo al avanzar hasta el horizonte de nuestro presente, llegaríamos al páramo del rey con reino, de la reina única y de la torre de marfil, de los corceles con barda y fardo y los alfiles vivos y traicioneros, los peones trabajadores que avanzan hacia un futuro de reglas estipuladas y jugadadas aprendidas, ése precisamente, ése, es el contra de una ventana abierta.

Podríamos preguntarle al peón que quiere ser reina, ¿cuánto valoras tu vida? Dirá que vive recorriendo un camino para ser otro, que él sí podrá vivir en complitud pensando en su primera jugada de la partida y en su muerte metamorfoseada y probablemente nos diga lo siguiente, que él disfrutó del camino, que él valoraba todo lo discreto que contenía cada segundo infinito de su vida y que vivir por vivir, encontremos una complitud entre cada minuto que nace y que muere: el pro de una ventana abierta.

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