Vigilia de una Noche de Invierno

De pequeño, solía quedarme callado ante la gente, escuchando, siempre escuchando, sólo observaba, sólo era ojo y oreja; pues tenía un gran miedo: que se me gastara la saliva. Así es. Temía que se me gastara el agua en la boca y tuviera que dejar de hablar para siempre, así que pensé que lo mejor era gastarsela para cuando había que decir cosas realmente importantes o de interés. Y crecí.

A veces pienso que te persigo, te persigo polifónicamente, policrómicamente, en todas las formas posibles, te persigo con cartas, con mensajes, con correos, con llamadas, llamando a tu puerta, con todos los recuersos no parapsicológicos con los que dispongo para llegar a tí. Y en el camino me voy dejando mis intenciones, mis formas, mis contenidos, al final me convierto en una especie de gato silverstre que sólo persigue y se ha olvidado de que tiene hambre.

Te persigo y si un dia llego a alcanzarte entonces me quedo mudo, no puedo pronunciar ni una sóla palabra y me acuerdo de mí de chiquillo, escuchando a mi madre;

"Hijo mío, haz todo de la forma más noble posible y termina todo, todo lo que empieces, no importa lo que sea; siéntate, contempla y aprende."

2 comentarios:

The Kanqueror dijo...

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Anónimo dijo...

"no importa cuando vivas lo qe importa es lo qe tu moral diga, No puedes mantener tu parte del trato,
Así que no digas una palabra, no digas ni una palabra"