Punto brillante en cielo de noche de verano




No puedo dormir. No puedo dormir. No puedo dormir. Y menos podré dormir cuánto más quiera dormir. Lo normal sería atribuirlo al calor y así lo hago. Resignado me levanto y me siento en la terraza. A mi suele parecerme que no puedo estar ni un sólo momento sin hacer nada. Enciendo un cigarrillo. Pero en la oscuridad no puedo distinguir el humo. En la oscuridad la nicotina sólo me mata y fumar deja de tener belleza alguna. Me convierto en una especie de faro en las alturas de un cuarto piso cualquiera en Madrid. En un Mar de tejados irregulares como si de un mar aviolentado se tratara, una ténue y rojiza luz se enciende intermitentemente en un punto. Ese soy yo, una referencia ténue y pérdida en un mar encrespado. Una referencia sin coordenadas. Una referencia para los perdidos. Creo que no puedo dormir porqué no tengo una dirección por la que conducir mi vida. Un hilo del que tirar de mis sueños.

Y entonces ocurre.

Aparece un punto de luz, brillante, en el cielo. Aparece entre los tejados de los edificios. Se mueve rápido, sin párpadeos: no es un avión. No es una estrella, ni un planeta. Es un trozo de metal. Un satélite que como la Luna, refleja la luz del sol y se mueve como el mecanismo de un reloj, recorriendo un raíl a todas vistas invisible en la bóveda celeste. No hay nada en este mundo con una dirección más específica. Más determinada. No existe senda tan perfecta como la del satélite. El satélite orbita. El satélite da vueltas de forma indefinida alrededor de nuestro planeta. No hay nada humano con más dirección, más sentido. No hay nada humano más sólo. Más frío. Un trozo de metal sin aire a más de cien quilómetros por encima de mi cabeza.

Envuelto en la noche no deja de ser increíble que a pesar de aceptar las leyes que mueven al satélite y las razones que le llevan a estar tan arriba. Él brille en la más profunda de las oscuridades y yo con mi cigarro brillemos en esta oscuridad menos negra pero no por ella menos tenebrosa.

Tenemos muchas cosas en común. El Vacío. El suyo el vació físico. Contenido dentro de él tiene un retahilo de aire que le permite funcionar. El mío el vacío espiritual. El Silencio. El suyo un silencio natural, necesario, ambiental. El mío un silencio ruidoso de oídos para fuera, mudo de oídos para dentro.

Y de entre todas las cosas que nos distinguen me quedo con una sola. Estoy seguro que en su tránsito por encima de mí cabeza si mi vista llegara a ver lo que se refleja sobre su superfície metálica me encontraria con otra mirada.

2 comentarios:

Annouk dijo...

Sublim Marc! Em sento molt identificada. Genial ;) Felicitats per saber-ho transmetre tan bé!

marcsit dijo...

Ei Anna em felicites massa això no manira pas be xD moltes gràcies per passar-te i comentar.