
Entonces M. llega por fin a la estación, se baja del coche, y ve la gente que espera al tren, llama, C. contesta, va en su búsqueda, corriendo. M. entra en la estación, hay gente. M. no lo recordaba: él no puede bajar a las vías. Tendrá que volver a llamar a C. agitado sabe que le quedan pocos minutos, un par como máximo. C. está en un puente encima de las vías, M. aprieta el paso: el tren ha llegado. M. llega junto a C. y miran hacia las vías. Las vías están repletas de gentes, repletas de A.,B.,D.,E.,F.,G.,H.,I.,J.,K.,L.,O.,P.,Q.,R.,S.,T.,U.,V.,W.,X.,Y.,Z. ... y está también el tren. Entonces C. ve a N., pero M. no encuentra, C. se despide, ¡oh mirenlo! C. agita las manos, se alegra, C. no ve sombras; ve luz, y sin luz no hay sombras. M. no ha encontrado a N. pero da igual, M. se une a su amigo y participa en el juego, N. se sube al tren (M. aún no la ha encontrado), y como el tren se va, M. y N. lo siguen corriendo un rato. C. se deshace a carcajada sincera, y M. cae en las sombras, ve sombras sombras y sombras... Sombras de la China.
N. por supuesto es para cada uno una N. distinta, no son la misma persona para M. y para C. son dos personas distintas. N. transmuta, N. es una persona, es una mujer que cambia de forma, un dia es una y otro dia otra. Así es el juego de las sombras para M. no es así para C. Para C. N. es N. y lo es cada día. Pero no pasa nada, con las prisas, M. se ha dejado el corazón en el coche, pues tenía que coger las llaves con la mano, y claro como también se ha dejado la música encendida pues no pasa nada, porqué el corazón así, sigue latiendo.
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