Una pesadilla para recordar

Dos orillas y un río de pensamientos entre ella y yo. Ella, ¿cómo no podría ser ella? Veo unos labios fulgurantes, incandescentes, rojos, rojos rubí, rojos carmín. Las aguas bajan agitadas, y en ellas distingo memorias viscosas, mundos escurridizos, personas espinadas, papeles mojados, palabras ahogadas, cantos de sirenas, poemas de ballenas.

Aguas que no puedo cruzar, sin ahogarme. Aguas sobre las que no se puede construir un puente, sin que se hunda. Aguas por las que no puedo navegar, sin irme a la deriva. Aguas en las que si osara introducir un pié, me arrastrarían hasta el fondo: manos de sobra conocidas.

Entonces ¿què hacer? Sé que tus labios no brillarán para siempre. Sé que ese rojo se marchitará, y que poco a poco, derramados sobre tu piel, que se teñirá de rojo, lentamente. Tu pasión se escurrirá entre tus senos, hasta tu centro. Y llegarán al río, dónde las manos descansarán, dónde los mundos se secarán, las memorias se torarán polvo, las personas flacidecerán, los papeles se secarán, las palabras respirarán, porqué si tu pierdes el color, ellos pierden todo. El río del destino es cruel.

Y mientras tanto en la otra orilla, me desgarran las vestiduras, me dan todos los placeres, otrora me provocan todos los males, pero sobretodo me susurran al oído; nunca, nunca i nunca. Y esos susurros, que apenas cesan me impiden escuchar tus lamentos:

Bésame,
bésame
mientras
mis labios aún sean rojos.

¿Duermes aún?

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