Oh pero por favor "¡No en mis manos!" así que M. toma una decisión, quiere que J. deje su huella en el libro y le ecige una firma y cuál cruzado se dice a sí mismo que ese libro le quema demasiado en las manos "Life Burns!" y que si lo deja en su biblioteca quemará a sus compañeros libros y de entre las cenizas de todo el mueble, quizá de toda la habitación sólo quedará ella misma: "La insoportable levedad del ser" incredulo de M. se siente como un profeta, y quiere darle ese libro al mundo, y se lo presta a otro, para que le encienda una luz en una oscuridad azul, húmeda y maloliente.
Eso no fúe todo ese día; el peso de las palabras que dirigió a J. caían sobre M. y le deprimieron. No eran punzantes pues las saetas son ligeras, no, no eran así, eran pesadas, eran como piedras, como cantires llenos de vida, pero a la vez pesados y frágiles. ¿Frágiles? Sí frágiles. Y si M. no vigila al romperse el cántir, se mojará, y tendrá frío y se resfriará. Y quizá ya no pueda curarse nunca más; M. está realmente a dia de hoy muy frágil, creánme. Lo sé.
Pero eso ya no está en sus manos.
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