No en mis Manos

"¡No en mis manos!" Pensó M. cuando frente a J. tuvo de nuevo a la gran obra de Kundera, "La insoportable levedad del ser". Después de un monólogo tan necesario de M. Llegaron a un sentimiento común, eso de la Abuelita de Kundera; no podemos controlar al mundo, por supuesto. Esos destellos en la vida de uno en los cuales ve a todos con sus propios ojos, como sus iguales, como sus compañeros de camino. Y está dispuesto a todo por ellos, por cada uno de ellos; Todos tendrán vidas, si cabe más interesantes que las suyas. Pero oh, de repente un codazo devuelve a M. a la realidad: él quiere pasar antes. Pero no se trató de eso, y tampoco se trató de la vecina de J. que como la mía, esa que entra en mi portal cuando yo se lo pido al cielo, y el cielo me dice que sí que es mi vecina si quiero. La vecina de J., cuanto de material y de metafórico puede llegar a ser un muro. Hasta que un buen día uno se da cuenta, de que en su calle solitaria hay un borracho cantando, golpeándose contra la pared, y uno des de su ventana, pues eso; comprende. ¡Somos todos unos borrachos!

Oh pero por favor "¡No en mis manos!" así que M. toma una decisión, quiere que J. deje su huella en el libro y le ecige una firma y cuál cruzado se dice a sí mismo que ese libro le quema demasiado en las manos "Life Burns!" y que si lo deja en su biblioteca quemará a sus compañeros libros y de entre las cenizas de todo el mueble, quizá de toda la habitación sólo quedará ella misma: "La insoportable levedad del ser" incredulo de M. se siente como un profeta, y quiere darle ese libro al mundo, y se lo presta a otro, para que le encienda una luz en una oscuridad azul, húmeda y maloliente.

Eso no fúe todo ese día; el peso de las palabras que dirigió a J. caían sobre M. y le deprimieron. No eran punzantes pues las saetas son ligeras, no, no eran así, eran
pesadas, eran como piedras, como cantires llenos de vida, pero a la vez pesados y frágiles. ¿Frágiles? Sí frágiles. Y si M. no vigila al romperse el cántir, se mojará, y tendrá frío y se resfriará. Y quizá ya no pueda curarse nunca más; M. está realmente a dia de hoy muy frágil, creánme. Lo sé.

Pero eso ya no está en sus manos.

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