Nadie rezará un kitsch por Weinstein


Me permito desviariar a tijerazos un trozo de un relato de Woody Allen;

Weinstein acabó de afeitarse y se metió bajo la ducha. Se enjabonó, mientras el agua humeante caía por su voluminosa espalda. Aquí estoy yo en un determinado momento del espacio y del tiempo, pensó, yo, Isaac Weinstein. Una de las criaturas de Diós. Y entonces, al pisar el jabón, resbaló sobre las baldosas y se dio de cabeza con el toallero. La semana había sido aciaga, y dejó de estar allí para el resto de la eternidad. El día anterior le habían cortado el pelo y aún le atormentaba en el momento de su muerte la angustia que le causó este incidente. Al principio el barbero se lo había recortado don discertimiento pero Weinstein pronto se dió cuenta que había ido demasiado lejos.

-¡Vuélveme a poner un poco! -gritó irracionalmente
-No puedo -replicó el barbero-. Se le caerá.
-¡Bueno devuélvemelo entonces Dominic! ¡Quiero llevármelo!
-En cuanto el pelo se cae en el suelo de mi peluquería es mío señor Weinstein.
-¡Y un cuerno quiero mi cabello!
Tras proferir gritos y amenazas, finalmente se sintió avergonzado y decidió marcharse. Malditos barberos, pensó. De una manera u otra siempre te la juegan. Al salir de la peluquería se dirigió al apartamento de Harriet para hacerle el pago de su asignación.

-Hola Harriet -saludó
-Oh Ike -contestó ella-. No tienes porque ser tan hipócrita.
Tenía razón qué falta de tácto en sus palabras. Se lo echó en cara amargamente.
-¿Cómo están los niños, Harriet?
-Nunca hemos tenido niños, Ike.
-Es que yo creí que cuatrocientos a la semana eran para el mantenimiento de los niños.
Ella se mordió los labios. Weinstein se mordió el suyo. Luego mordió el de ella.
-Harriet -murmuró-. Estoy... estoy arruinado. Los huevos están bajando.
Weinstein sintió un repentino deseo de besarla, sinó a ella a alguien.
-Harriet ¿cuál ha sido nuestro error?
-Jamás nos enfrentamos con la realidad.
-No fue culpa mía. Dijiste que estaba al norte.
-La realidad está al norte, Ike.
-No, Harriet, los sueños están al norte. La realidad esta en el oeste, las falasas esperanzas en el este y creo, creo que la existencia está en el sur.

Harriet poseía aún la facultad de excitarle sexualmente. Intentó tocarla,a ella se apartó y la mano de Weinman fue a parar sobre un plato de crema agria. Era inútil.. Rien a dire, rien a faire, Weinsten salió se encaminó hacia el centro. Se le saltaron de pronto las lágrimas, cálidas, saladas, contenidas durante años recorrían un impúdico exceso de emoción. El problema es que le brotaban de las orejas. Fijaos en eso, pensó ni siquera puedo llorar como es debido. Rien de rien.

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