Sabina te ha escrito un Blues

Lo-Li-Ta, Lolita, así empieza el Libro de Navokov, describiendo el placer que supone pronunciar ese nombre, como la lengua recorre el paladar en tres movimientos. A mí sinceramente la lectura de dicho libro se me hizo ardua, al final Vladimir consiguió meterme en la cabeza de un enfermo y consiguió que una muchacha de la edad de mi hermana me provocara, aunque yo al leer el libró evocara a una chica mucho mayor, seguramente eso es lo que sentiría el perturbado, también está publicado el Hechicero, una especie de borrador de Lolita, pero este ya pierde toda la gracia, por un gran motivo. El gran motivo, es que Navokov es natural de Rusia ergo habla y escribe Ruso, Lolita es original en Inglés, en un inglés brillante, el fin era situar el libro en EEUU, el medio; aprender inglés. El Hechicero es original en Ruso. Y sin embargo ¡cuán equivocados estamos todos acerca de Lolita!

Mucho cuidado con el usarlo como adjetivo, no es de uso gratuito. No es tan caro como el “te quiero” pero se le asemeja; la cultura popular se lo ha adquirido para describir a una muchacha joven, iniciada de forma temprana en la sensualidad y poco después en la sexualidad. Se las suele reconocer por la calle por aquello que desprenden que hace que todos nos giremos, algunas incluidas. Ellas no dan crédito a la patología que padecen, pero sólo se quejan de ella a sus mejores amigos, para que comprendan el porqué jamás se acostarán con ellos. Pero están enfermas, ¡Oh si! Y lo peor es que contagian, sí, de una enfermedad que ellas no parecen (y digo parecen) padecer; la del corazón. ¡Bien saben de qué hablo aquellos pobres que van con ellos a restaurantes! “¡Maldito camarero!, ¡Madito crucigrama!”. Y saltan de tejado en tejado, como gatas en celo. Sus amantes se suelen (dependiendo de su naturaleza) ahogarse en el pañuelo de amargura, ¡Si hay Dios espero que me libre de toparme con alguna de ellas en el marco de mi ventana! ¡En mi alcoba!

¡Y cuán equivocados estamos! Vladimir no quiso construir la fèmme fatale preadolescente, no quiso crear un molde de cera para crear una mujer de mármol, fría incapaz de entrar en calor salvo con el roce de centenares de cuerpos. De ninguna manera, Vladimir nos metió en la cabeza de un perturbado; y nos esbozó una chica joven, inocente, víctima, consciente de su belleza, que la aprovecha (¿Quién no lo hace en este mundo en el que todo es imagen?), que descubre la sexualidad, es reprimida por un padrastro que la viola de forma indirecta, que se construye la idea de violarla, de amarla. Pero eso nunca sucede. ¡Nunca! Y ella termina embarazada de un hombre ordinario, sencillo; aquél que tanto gusta, y fin de la historia.

Esa es Lo-Li-Ta, Lolita. Lolita no es un nombre, es el médium que en un libro y dos películas nos vuelve a todos unos pervertidos, es un adjetivo con el que es mejor no toparse.

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