Variación Tercera

Idea para un cuento: Un hombre llega a un circo por una oferta de trabajo, él debe mostrarle al director del circo sus habilidades. Idea para una fábula: Un hombre llega a un circo por una oferta de trabajo, él debe mostrarle al director del circo sus habilidades el director se ríe de él cuando este le dice que su habilidad es volar. Idea para una novela: Un hombre llega a un circo por una oferta de trabajo, él debe mostrarle al director del circo sus habilidades el director se ríe de él cuando este le dice que su habilidad es volar entonces él se va volando. Idea para una variación: La Levitación.

Asiduo lector, ¿cuántas líneas innecesarias te has saltado? Levitar; siempre es bonito levitar, ser levitado, ya sea por la propinación de una ostia bien dada o un susto mayor; sobretodo lo primero, que eso, que lo primero es más bonito. Eso fue lo que sucedió des de aquella noche. Se levantó, y ¿saben aquello que dicen? Sí, que uno se levanta con uno de los dos pies, pues el pobre hombre no pudo experimentarlo ya de nuevo y jamás tuvo nueva excusa para justificar su mal humor heredado de un desengaño matutino. Resulta que en sueños alguien le contó cuales instrucciones de uso, más o menos, lo que sigue:

Deberá usted comprobar y entender en primer lugar si quiere levitar, que la pluma pesa. Pesa más un kilo de plumas que un kilo de hierro. La levedad debe ser insoportable, y lo pesado ligero. Esa es la clave, porqué en principio es usted pesado y usted en principio, exento de estupefacientes no flota, sin embargo si flota la pluma, debe usted permitirse una licencia léxica; crease que la levedad de la pluma es insoportable y que su peso es fácilmente soportable. Y ¡zas! Se acabaron las excusas matutinas.

Lo peor fue comprobar que no podría hacer esquí de fondo con sus alpargatas por la mañana, con lo que le gustaba emular a los fondistas a tempranas horas mañaneras por el pasillo de su pisito alquilado. Y con esos escudos que tenían… él no tenía medallas, las únicas en las alpargatas…ese precioso escudo medieval que jamás podría clavarse en la solapa. Qué pena. La siguiente experiencia inquietante en la que cayó fue al bajar en ascensor del cuarto piso en el que vivía. El ascensor no notaba su peso, notaba su levedad, y por lo tanto esa etiqueta en el ascensor “cuantos quilos pesa”, “cuantos quilos aguanta” dejaba de tener sentido. Y hay, cuantas cosas dejarían de tener sentido en su vida. Levitar dejó de ser irremediablemente alegre.

Al menos eso le serviría para ligar, por eso de parecer más alto. Y el diá pasó, sí, como las cosas leves que no tienen mucho sentido. Le despidieron del trabajo: era bailarín de claqué en un importante espectáculo en la gran vía: El Claquetista de la Principal, antaño conocida como Ciudadano Claquero, y en futuro en su estreno en Barcelona como No es país para Claqueteros. Le echaron y cuál ángel caído del infierno erró por las calles del centro de Madrid, ni siquiera le quisieron para vendedor de alfombras: no logró convencer a los de la tienda de que eso de levitar y no pisar las alfombras era una gran ventaja. Fue entonces cuando se convenció a si mismo que debía solucionar aquello. Como era un tipo ingenioso, visitó a un amigo suyo zapatero que no se sorprendió nada de su recién adquirida habilidad puesto que él esa misma noche había recibido las “Instrucciones sobre como darle cuerda a un reloj” y a un amigo suyo cuando fueron a hacer el cortado le habían indicado en sueños también las “Instrucciones para bajar un peldaño de escalera”. Total que su amigo el zapatero en un periquete le hizo unos zapatos con una suela de acero inoxidable del bueno, para poder andar sin ir levitando, como hace la gente normal, porqué todo el mundo sabe que sólo levitan los bohemios. Más tarde, casi al final del día pegado en una farola llegó la solución.

“Casting para artistas de Circo. Abstenerse artistas que hayan actuado en La Rambla de Barcelona”. Ese último detalle se lo ponía fácil. Se presentó después de levitar algunas calles, zapatos en mano, andando otras i encontrando finalmente el circo. Entró, en la mitad de la pista, acompañado de un tigre albino se encontraba el director de circo, un hombre bajito, moreno con bigote y con traje y sombrero de copa.

DIRECTOR: Hola, bien entonces cual es tu nombre.
ÉL: Eso no es difícil de contestar, aunque un tanto vergonzoso, me llamo Eustaquio.
DIRECTOR: ¿Como el de la trompa?
ÉL: Oh venga… por favor, no haga como todos,. ¡Estúpida broma! Entonces dígame ¿que tengo que hacer para trabajar aquí?
DIRECTOR: Todo se rige en función de sus habilidades únicas, si nos gustan le contratamos, si no nos gustan le largamos. Dígame, ¿cuál es su habilidad?
ÉL: Pues mire, yo vuelo.
DIRECTOR: ¿Cómo?
ÉL: Pues eso, bien en verdad más que volar, levito.
DIRECTOR: ¿Qué pasa acaso se ha tomado tres latas de fabada?
ÉL: No se ría usted, es algo problemático, de veras, por ello quiero entrar en el circo.
DIRECTOR: Mire oiga, tengo ahí en la cola a gente capaz de cosas coherentes tales como escupir fuego, hacerse el sueco y hasta tengo a hombres camaleón, y usted viene y me suelta que vuela. ¿Qué se cree que es esto? ¿Un circo? ¡Ande y lárguese, váyase por ahí con sus estupefacientes!
ÉL: Está bien… ¡adiós!

Se levanta de la silla, sale levitando del circo, cruza la calle se dirige hacia el centro. Mira hacía la Gran Vía, hay un tumulto de gente, la carretera está cortada y la gente baja hacia La Cibeles donde hay un espectáculo pirotécnico.

Tanta gente, le dolió.

1 comentario:

ricardo dijo...

La levita es un traje. Y Ostia, un puerto, nada más.