Torciómese la pluma, IIII

No me mire con esa cara de plomo fundido, agente. ¿Se ha fijado usted nunca en los relojes de campanario? O en fin, en cualquiera de esos que lo colgaron en una pared de piedra. Ya veo que no. Si fuera un hombre vivaz, se habría dado cuenta de que en vez de utilizar el "IV", para marcar, sea dicho, las cuatro, nos utilizan el "IIII". No parece ustar usted más sorprendido que cuándo le he contado lo que sucedió en esa casa, debería estarlo; el plomo es algo muy común.
Usted... es, su-us-diós.
Oh, no de veras. Vamos no vaya a creer eso, yo tan sólo me quedé sólo; mucho vino. ¿Entiende? Es una tradición germana, en día de año nuevo no ingieren doce uvas, que lamentable tradición, no, hacen precisamente eso, cojen una pieza de plomo la funden para lanzarla al agua y en la figura esperpéntico-saliente, proyectan su sombra chinesca e interpretan la fortuna para lo que ha de venir. ¿Quiere probar?
Yo, mire, yo ya he hecho mi trabajo.
No sea tímido, casualmente tengo unos fósforos, sólo tengo que tomar la cucharita de mi café, y encontar un trozo de plomo en los bolsillos, no habrá problema ¿sabe? Puede encontrar de todo si le da la vuelta a sus bolsillos. ¿Ve? ¡Aquí está el plomo! Ande, no tema, coja la cuchara, vierta ahora su contenido en el vaso.

Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh


¿Camarero? Che, cóbreme un café por favor.

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