Carta para Lucía

(Carta para ser leída por Riccardo, para Lucía)
Y
con ella llegó la sonrisa,

De la mano de ella, Lucía y yo llegamos a Madrid, la casualidad nos había conducido a las puertas de un pequeño palacio cercano al centro, equidistando de la Plaza de España, la Gran Vía madrileña, la Plaza del Callao y la Plaza de Oriente; pero no es de extrañar, con Lucía siempre son fáciles. Cuando llegamos a ese palacio nos encontramos a un grupito de jóvenes universitarios, A. con su parsimonia, sus costumbres hurañescas, V. con sus ilusiones propias de otra galaxia, P. con su si-te-he-visto-no-me-acuer
do. Y M., bueno ¿qué decir de M.? Pues que cómo yo, cantaba en la ducha. Y entonces junto a Lucía empezó la vida.

La vida con ella, la vida en el palacio al este de oriente, la vida en España, la vida en Madrid. ¿La buena vida? No hacen falta tantas precisiones geográficas, era una buena vida porqué era con Lucía. Cómo olvidar esas primeras mañanas vacías cuando con hablarte tenía mucho más que suficiente, era todo lo que necesitaba. El resto que vivían con nosotros iban y venían, vivían, tu también, y yo buscaba trabajo. Luego llegaron las briscas, las sonrisas, los tequilas con sal y limón, las muchachadas, el fútbol; el entendimiento. Aranjuez, tu lesión en la espalda, Toledo, nuestra pasta italiana, el norte, nuestro todo es hoy y… ya pensaremos en el mañana.
Encontramos nuestro pequeño sitio en esa gran ciudad que a todos acoge; vimos teatro, cine, espectáculo, fuegos, sonrisas y más bien pocas lágrimas, muchas ganas de querernos, de redescubrir qué es ser querido.

El que me escribe estas líneas ya no sabe, si le echáis mucho de menos, todos nos hemos mudado; nuestro palacio se ha caído, sólo es un recuerdo, un muy buen recuerdo que de fondo siempre tiene tu sonrisa Lucia. Para nosotros, me ha dicho un pajarito, las españas, siempre serán nuestra casa.

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