En caso de emergencia, tirar de la anilla

No hay nada tan fácil en la vida, un dia al levantarse todo dejó de tener sento, pero tardó en darse cuenta. El sentiminento llegó. Como una pequeña gota negra en sus venas y que poco a poco se extiende. Pero los sentimientos viene y se van. Uno está en la orilla, vienen y se van... claro, como las olas.

El nacimiento de una metáfora, una de las malas. Se trata de un mar de sensaciones, de sentidos, de estados de ánimo. Damos unos pasos hacia el mar como en cualquier punto de nuestras vidas. Demasiado tiempo esperando que dentro de nosotros mismos les encontremos a los otros pero distintos. Al tocar el agua retiramos el pié, al menos hasta que nos acostumbramos a la temperatura. Aquí está el amor, allí está el odio; todos iguales. Antes de seguir penetrando en el mar miramos arriba, hacia las alturas, a la altura de la cabeza donde nacen las acciones que nos llevan a buen puerto. Pero luego miramos al horizonte, hacia la altura del esternón dónde se junta cielo y mar. Y allí está; el faro que nos abduce. Ya tenemos el agua hasta la cintura, lo peor ha pasado. Y eso podemos decirlo puesto que jamás habíamos llegado tan adentro. Pero vaya, se nos está oscureciendo la piel. No palpamos el fondo con nuestros pies ¿Qué nos sucede? Es entonces cuando el agua nos llega ya al cuello (solo entonces). Una sirena. Por poner alguna causa. Tira de nosotros. Hacia abajo, hacia las profundidades y es entonces (solo entonces) cuando ya es demasiado tarde recordar lo de "En caso de emergencia, tirar de la anilla".

Dicen los viejos lobos de mar que de vez en cuando llegan unos botes hinchables amarillos a la orilla, sucede que la mayor parte de las veces llegan vacíos y llevan el agua ensuciada; como con tinta de calamar.

Vienen y van, no les dejes escapar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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es una prueba